El sábado 29 de febrero la entrega de los kits fue en el estacionamiento de la Plaza Cuatro Caminos y, honestamente, cada año me sorprende más este maratón porque la organización es impecable, al menos así la vi, las atenciones para todos los corredores era gentil y de ayuda, los chicos que te entregaban tu número eran súper ágiles, amables y ya que te entregaban tu playera, nos sorprendían a todos los corredores por el gran kit que nos tocó en esta edición del Maratón Lala, que traía una mantita enorme padrísima con los colores y el logo del Maratón.

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Luego de comprar cositas lindas y disfrutar de la expo nos retiramos del lugar y buscamos algo rico para comer, después me fui a descansar un rato, para más tarde salir a trotar, estirar, cenar y por último dormir porque al siguiente día se venía un día lleno de emociones bien.

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Domingo 1 de Marzo: El momento llegó.

Y ahí estaba yo, sentada a las 5:00 a.m. en el sillón del lobby del hotel esperando el camioncito para que nos llevara a donde sería la salida del Maratón, toda nerviosa, aterrada, con la panza revuelta, pero a la vez feliz, emocionada y con cara de espanto, pero por momentos, esa cara cambiaba por una de “inguesu-ma”.

Llegamos a las 5:30 a.m. al Parque Industrial de Gómez Palacio, Durango, la salida sería frente a las instalaciones del Grupo Lala, pero aún no había tanta gente; sin embargo, ya se sentía la magia que provoca el maratón cuando estás apunto de salir rumbo a esos 42 kilómetros 195 metros.

Los minutos iban pasando y la planta de Lala se inundaba más de corredores y familiares, tuve la fortuna de salir con la segunda fila de los élites, la primera estaba formada por puro chingón como Madaí Pérez. Eran marcas por debajo de las 3:15 horas en mujeres. La segunda fila se formaba con marcas de hasta 3:30, por lo que pude observar. Saludé a muchas chicas súper rápidas que conocía de la Ciudad de México y a otras chicas a quienes solo conocía por Instagram.

Les confieso que estando ahí vi a una chica que admiro y respeto mucho por ser disciplinada, no tengo una relación amistosa con ella, pero por sus redes sociales y por amigos de amigos la ubico  y sé que es muy aferrada, disciplinada y competitiva, así que en cuanto la vi dije: “De aquí soy”, aunque sabía que ella era mejor que yo por los tiempos que trae y porque la había visto entrenar en El Ocotal muy bien, así que mi mente de inmediato me dijo: “Vete con ella hasta donde le aguantes y no te rajes, güey”. ¿Y qué creen que le contesté a mi yo? “¡Pos claro!”.

El juez Luis Pineda nos habló, nos formó y la chica de quien les hablé anteriormente estaba en el primer grupo, o sea de las buenas, así que a estas alturas los nervios, adrenalina y todo estaban a tope, mis piernitas querían correr a la voz de ya, les urgía correr, estaba emocionada, muy emocionada, se venía un gran día, un gran maratón, mi corazón lo sabía.

5…4…3…2… ¡Vámonooos!

A los 500 metros vi a mi mamá, le grite: “¡Navaaa!”, pero no me escucho, reí y dije: “¡Ay mi mamá, a ver si no le da el susto por no verme!”. Generalmente trata de verme en la salida por cualquier cosa: alguna caída, algo que pudiera pasar, así que pues ni pex, me traté de concentrar y seguirle porque quedaba mucho por recorrer.

El primer kilómetro siempre es eufórico, sacas un poco la adrenalina acumulada para ir acomodando tu paso; es para ir toreando la madriza que nos espera, pues.

Este maratón me encanta, es la segunda vez que lo corro, amo este maratón por su gente, se los recomiendo cañón; si no lo han corrido, les prometo que será una experiencia inolvidable.

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Llegando el kilómetro 3 vi a esta niña que les platicaba, la que corre bien rápido, y me emocioné al verla porque pensé que iba muy delante de mí, así que me acerqué y me fui con ella unos kilómetros; sin embargo, creo que no fue la mejor decisión, se empezó a jalonear un chorro, al principio no me percaté de eso, pensaba que era por la misma gente, pero conforme fuimos avanzando vi cosas que no me cuadraban y pensaba “¿Por qué son así?” Las mujeres deberíamos apoyarnos más, “¿Roció Pulido, dónde estás?”, abriendo un paréntesis, Rocio es una de las mejores corredoras de Monterrey y con ella me apoyé mucho en el maratón de allá, fue súper chingón ir a su lado hasta el kilómetro 21, después me espanté por el ritmo que llevábamos, pero esa es otra historia, si quieren leerla, está en mi blog. En fin, así que por ahí del kilómetro 10 o 13 me despegué y me fui del otro lado de la acera, estaba sacada de onda porque la verdad sentí feíto, aunque después pensé que quizá ella no está acostumbrada a correr con alguien a su lado, trate de no tomármelo personal y seguir.

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Luego tuve un ligero ataque de tos, me costaba trabajo respirar, pero nada exagerado, solo sentía como una especie de polvito en mi garganta y eso me hacía toser, tome un poco de agua y me tranquilicé.

Kilómetro 15: después de mi ataque de tos decidí dar un jalón extra porque la verdad si me sacaba de onda que esta niña siguiera jaloneándose y haciendo cosas que me sacaban totalmente de concentración, sabía que yo no traía mucho, pero ya me había hartado, era jugármela y pues con miedito, pero dije “¡Inguesu, vámonos porque aquí espantan!”.

Puente plateado: este trayecto -como de 200 metros- es tu momento, de verdad, te sientes de pasarela, eres el centro de atención de los fotógrafos, las porras y la gente hermosa del lugar, así que si no lo disfrutas y no sonríes es un verdadero pecado, se vale hacer lo que quieras, en serio, créanme es SU MOMENTO y yo en esta ocasión lo disfruté como no tienen idea porque sonreí, abrí los brazos, grité, me emocioné y dije: “Aquí está tu kilómetro mi George, de aquí hasta la Ciudad de México. Te quiero, cabrón”. Saliendo de ahí mi mamá me esperaba súper sonriente, es un lugar en donde no cabe ni un alfiler de tanta gente que hay al final del puente, logré chocar mi mano con la de mi mamá, me tranquilicé al verla y verla contenta me dio mucho más confianza, así que continúe.

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Por el kilómetro 19 me volvió a dar un ataque de tos, pero más fuerte, así que bajé el ritmo un poco para jalar aire y tomar un poco de agua. Si me estresó un poco esto, pero traté de no meterme tanto en lo sucedido y empecé a contar hasta que me distraje y a lo lejos vi el kilómetro 21.

Kilómetro 21: hablar con mis mejores amigo me llenó de mucha confianza, hablar con mi mamá antes del maratón me tranquilizó, leer mi crónica de mi pasado maratón Lala me motivó, así que honestamente en este kilómetro me sentía bien, haciendo a un lado lo de los ataques de tos, me sentía bastante bien, además el tratamiento de punción seca que me hizo George en mi muslo me sirvió un chorro. En cuanto llegué al medio vi mi reloj: 1:40, nada mal, pensé, y continué.

No sabía a qué ritmo iba porque mi Tom Tom se me descompuso, murió y me lleve un Casio, solo tenía el cronómetro y el objetivo de pasar el kilómetro 21 en máximo 1:40. Y así fue.

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Kilómetro 30: parecía que yo volaba, pase este kilómetro bastante bien, contenta, disfrutando al máximo las porras de la gente, era una sensación única y, de pronto, de la nada me vino otro ataque de tos, pero saqué flema, mucha, y tuve que bajarle al ritmo, tome agua, me tranquilice porque me estaba estresando y eso hacía que me diera más tos, así que como pude me tranquilice y poco a poco pude volver al ritmo.

 

Kilómetro 35: ¡Qué diablos! La última parte del fraccionamiento fue una cosa tan, pero tan pesada, no había mucha gente y no había tantos abastecimientos de agua y yo sentía mi garganta reseca, el calor ya estaba a su máximo, además cada que respiraba profundo me dolía, era un dolor muy molesto y me estaba desgastando demasiado. Mi mente me decía una y otra vez: “¡Que ya se acabe esta masacre, no mames, qué pinche calor se siente aquí!”, mis demonios salían y mis ángeles me decían: “¡Tú dale y ya”. Sí, como si fuera tan fácil.

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¿Saben algo? Siempre me he preguntado por qué la mayoría de nosotros, cuando corremos maratones, especialmente en la última parte, decimos tanta peladez. ¿O será que soy la única?

Kilómetro 40: mi mamá me esperaba en el kilómetro 38 y, cuando la vi, lo primero que le dije fue: “Me duele la espalda cuando respiro”, “¿Mucho?”, me preguntó y en seguida contesté que no, aunque si era doloroso, pero tampoco quería espantarla, así que seguí. Ya faltaban pocos kilómetros, la realidad es que en ese momento no sabía si era porque ya me sentía cansada y todo me dolía o era un dolor más fuerte por los ataques de tos que me dieron, así que lo único que hice fue mantener el paso. En el kilómetro 41 sentí más fuerte el dolor cuando respiraba, ahí me di cuenta que no era tan normal; sin embargo, solo faltaba 1 kilómetro, no era tiempo de rendirme, no era momento de bajar el paso. Mi mamá me hizo recordar a mis abuelos, así que les pedí que me ayudaran a llegar, solo era un kilómetro. ¿Qué era un kilómetro?

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En los últimos 195 metros mi mamá me gritó: “¡Síguele, dale, ya no puedo más!”. Ella apenas se estaba recuperando también de su salud y no había entrenado, esos últimos kilómetros la desgastaron mucho, entonces lo que me quedaba era chingarle. Di la vuelta y en frente de mí el monumento del Grito al Triunfo sobresalía del gran arco de meta, en las gradas muchísima gente gritaba cada que pasaba un corredor, la música, los aplausos, todo fue tan perfecto y especial, cada zancada me acercaba más a la meta y yo, sin poder controlar la lloradera, terminé mi octavo maratón con un grito: “¡A huevo, lo hice!”.

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Voltee y enseguida mi madre iba llegando, la abracé y ambas nos abrazamos, lloramos y sonreímos mucho. “Pensé que no lo lograría, ma, me duele mi espaldita”, le dije. Ella solo sonrió  y me volvió a abrazar.

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Estoy inmensamente agradecida por terminar, por vivir un maratón tan especial, por hacerme más humana y más fuerte. ¡Gracias!

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Gracias, madre, por estar ahí, por apoyarme tanto, por escuchar mis miedos y amarme tanto. Gracias amigos por estar junto a mí en todas mis locuras, su apoyo es lo máximo.

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Muchas veces somos controladores, queremos controlar todo y el mundo no funciona así, hagamos que cada momento valga la pena, demos todo lo que podemos dar y lo que no está en nuestras manos aprendamos a dejarlo ir, pero siempre haz todo lo que puedas.

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Gracias Torreón, me la pase bomba.

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Corre inteligente, corre con el corazón.

Janeth López. 

 

Acerca de lamorenitarun

Mexicana, comunicóloga y mercadóloga de profesión, fotógrafa por convicción. Taekwondoín 1er Dan y 4 veces maratonista 3:35 Asesora en Nutrición Deportiva. "Corre inteligente, corre con el corazón"

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